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13
May
11

La resonancia del adiós: Recordando a The Angelic Process

Desde el punto más recóndito del universo comienza a interpretarse la melodía que anuncia su fin inexorable.

El cosmos entero se ve inmerso en un tímido canto entonado en Do menor. Va acompañado de tambores tribales que marcan un ritmo sostenido, así como del susurro uniforme tan distintivo de la estática.

Como guiadas por la mano del creador, las galaxias comienzan a erosionarse, formando un monolítico torbellino de entropía: será el punto de referencia a donde todo acudirá  para consumirse. En el vértice de este caos comienza a gestarse un cuerpo poseedor de un brillo nunca antes visto; parecería estarse formando exclusivamente de aquellas estrellas que desean liberar toda su luz antes de extinguirse. Es su último adiós que busca resonar en el infinito antes de perderse en el olvido.

El vórtice comienza a rodearse de un cúmulo de gas; su tamaño es el de millones de supernovas. Ahora el universo está comprimido en una nebulosa cuyo resplandor sería capaz de alumbrar por milenios a dimensiones enteras, si no es que también ya han sucumbido dentro de este apocalipsis.

Este breve intento de relato representa a grandes rasgos el escenario que aparece en mi mente cada vez que escuchó The Angelic Process. Creo que todo aquel que ha escuchado con atención su música podrá coincidir con mi sentir.

Conformado por K.Angylus y MDragynfly, el dúo supuestamente tomó forma en 1999. Sin embargo, su primer álbum aparecería por primera vez hasta el 2006. Gracias a la ayuda del internet, la banda ganó rápidamente una sólida base de fans. Al cabo de un año terminarían lanzado lo que sería la totalidad de su discografía: cuatro discos y un EP, todos vehementemente elogiados por los aficionados del género Drone. Desgraciadamente, esta producción tan prolífica se vería coartada por una inesperada enfermedad que dejaría imposibilitado de por vida a Angylus para tocar la guitarra. Esto representaba el fin del proyecto. Su desaparición fue anunciada a través de un escueto mensaje publicado en su cuenta de myspace a finales del 2007.

Después de un año sin saberse algo acerca de las actividades de sus integrantes, los fans se verían sorprendidos por un nuevo mensaje -ahora publicado por Dragynfly- en el cual daba a conocer que K. había fallecido hace unos días. Hasta el día de hoy las causas de su muerte siguen sin ser conocidas.

La música de The Angelic Process es tan interesante como la historia de su grupo. A pesar de que sus composiciones se estructuran en torno a elementos típicos dentro del género -la distorsión excesiva de sus guitarras para replicar el famoso efecto Wall of Sound y una producción sumamente comprimida-, la banda fue capaz de innovar esa fórmula que muchos de sus predecesores habían popularizado hace varios años,  misma que comenzaba a desgastarse producto un abuso indiscriminado.

Casi por regla general, la primera obra de un artista -escritor, pintor, músico o cualquier otro ejemplo que se nos venga a la mente- no es más que un tímido experimento en donde por primera vez se atreve a jugar con ideas neonatas que habrán plagar, en mayor o menor medida, sus futuros trabajos.  Fue necesario  que Proust escribiera Los placeres y los días así como el inacabado Jean Santeuil para que a la larga pudiera concebir En busca del tiempo perdido. Antes de crear el cubismo, Picasso tuvo que pasar por un periodo de descubrimiento y maduración en sus etapas azul y rosa. Ejemplos como estos existen en extrema abundancia. Es por ello que no debe resulta sorprendente que el primer trabajo de The Angelic Process –bautizado como Sigh- muestre algunos titubeos tan característicos de aquél artista que tiene sus primeros coqueteos aquellos elementos que posteriormente habrán conformar los cimientos de su obra. La brevedad del disco, así como una notable influencia de Earth (el grupo equiparable a Black Sabbath dentro del Drone), nos dejan en claro lo anterior. La monotonía de los acordes, así como la falta de creatividad para jugar con ellos, hacen que las composiciones se sientan truncas, casi forzadas. A pesar de ello, al compararlo retroactivamente con los álbumes que le sucedieron, es evidente que las bases del sonido que encumbraría al grupo ya estaban presentes.  Esa distorsión característica de la banda -misma que podría ser comparada con el suave rumor típico de la caída del agua en cascada- así como la compresión casi absurda empleada al momento de mezclar los temas, comenzaban a asomarse discretamente, indicando con sutileza la dirección que la banda habría de tomar en el futuro.

Tomando en cuenta lo anterior, resulta sorprendente que el disco lanzado tan solo un mes después -titulado Coma Waering- mostrara signos de madurez dignos del músico más experimentado. Esto representa un fuerte indicio para creer que gran parte de la discografía de la banda fue siendo elaborada periódicamente desde el año de su supuesta formación hasta en el que se publico su primer disco y no de un tirón como indica las fechas de sus lanzamientos; incluso podría llegarse a pensar que entre la composició Sigh y la de su sucesor medió un periodo de tiempo considerable. Finalmente todo esto no es más que una simple conjetura personal; pero al tratar de analizar una banda con una historia tan difusa como lo es The Angelic Process resulta casi inevitable caer en especulaciones.

Es en Coma Waering donde el genio del dúo comienza a aflorar en plenitud. Desde los primeros acordes de My Blood Still Whispers resulta evidente que la banda ha encontrado un estilo propio. Superponiendo distintas capas de distorsión logran construir un muro de estática tan profundo como complejo, generando una sensación de majestuosidad y arrobamiento inusitado. El sonido que antes se asemejaba al suave rumor de una cascada ha pasado a convertirse en una tormenta irrefrenable.  En el fondo de este marasmo se encuentra la tenue e ininteligible voz de Angylus: el vértice oculto a partir del cual todo surge y se ordena; es el canto misterioso que provoca el desastre relatado al inicio de este escrito. Si tuviera que elegir alguna canción como la más sobresaliente, sin duda la ganadora sería aquella que comparte nombre con el disco. A través de sus más de nueve minutos el escucha se sumerge en un viaje etéreo que lo abstrae totalmente de su realidad. Dicha canción es, a mi juicio, la composición más lograda de toda la discografía de la banda.

Continuando con su producción vertiginosa, el grupo lanza …And Your Blood Is Full of Honey  a tan solo dos meses después de la aparición de Coma Waering. En la nueva producción se pueden percibir los elementos anteriormente empleados por el grupo. Desafortunadamente en esta ocasión no son ejecutados con la claridad de antaño. Lo anterior no resulta un impedimento para encontrarnos con canciones que terminarían convirtiéndose en clásicos del género. Tal es el caso de la siniestra Welcome to Oblivion y The Ruined Life of Someone Better en su versión extendida.

Tres meses después aparecería el tercer álbum del conjunto,  llevando el título de We All Die Laughing. A pesar de reciclar una de las canciones contenidas en el disco anterior y ser de una duración más breve, su calidad no desmerece en lo absoluto a lo realizado por la banda anteriormente. Entre sus cortes más sobresalientes encontramos la canción de la que se desprende el nombre de la producción, así como How To Build a Time Machine. El nuevo disco se desmarca de sus predecesores al disminuir las pausas prolongadas durante las canciones -mismas que en ocasiones llegaban a percibirse como un auténtico interludio entre dos temas diferentes- en aras de obtener mayor cohesión en la composición. El experimento funcionó con excelentes resultados. La fórmula que había causado asombro en Coma Waering ahora sonaba con mayor potencia que nunca. Este cambio sería un paso fundamental para que a la larga Angylus fuera capaz de fraguar la que sería su obra maestra.

Pasarían seis meses sin que apareciera material nuevo de la banda; algo completamente inusual en ellos. Sin embargo, la espera sería notoriamente recompensada. Coincidiendo con el primer aniversario del lanzamiento de su disco debut, la banda presenta lo que sería su obra cumbre: Weighing Souls With Sand. Conformado por tres de los temas más notables pertenecientes a sus discos anteriores (How To Build a Time Machine, The Resonance of Goodbye y We All Die Laughing) así como siete completamente nuevos, la banda logró explotar al máximo el minimalismo que los había caracterizado para ensamblar una producción más vasta y rica que la suma de todos sus trabajos anteriores. El encontrarnos con una pieza de acordes tan luminosos como Million Year Summer deja patente la evolución estilística que se había venido gestando en su estilo desde la aparición de Sigh. Lo único que podría criticársele a Weighing… es el hecho de que ninguna de sus composiciones son capaces de superar en lo individual la perfección de Coma Waering. De todas maneras, el disco es, por amplio margen, el más redondo y logrado de la banda.

Resulta sumamente trágico que Angylus se haya visto forzado a terminar The Angelic Process justamente en el momento en que alcanzaba su mayor nivel creativo. Accidentalmente, su misteriosa muerte representaría el tiro de gracia de uno de los proyectos más innovadores que la escena subterránea ha tenido el placer de conocer en los últimos años.

A pesar de su desaparición, los debates alrededor del estilo y género de la banda continúan vigentes en los foros especializados. Hasta la fecha muchos aficionados al grupo no han logrado determinar si el grupo cuenta con los elementos necesarios para calificar como una banda de Metal. Soy de los que se oponen a colocarles semejante etiqueta. También creo que dicha discusión es irrelevante. Con independencia de su clasificación debemos ser capacesde apreciar el trabajo que Angylus dejó a manera de legado:  música capaz de activar las regiones más profundas de nuestro subconsciente para transportarnos a escenarios que normalmente nos serían inaccesibles.

(12 de mayo de 2011)




Javier Ka

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